martes, 3 de marzo de 2020

MATERIAL CAMINANDO CON TU HIJO - EDUCACIÓN EMOCIONAL






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Caminando
con tu hijo


¿Cuál es mi objetivo en la educación de nuestros hijos?
La educación tiene muchas posibilidades.
La realidad social ha cambiado mucho. Antes los padres tenían muchos hijos, ahora los hijos tienen “muchos padres”.
Si enfocamos por la vía económica, ¿hasta dónde hay que llegar?
Si enfocamos por la vía afectiva, ¿cuál es el límite emocional?
Si enfocamos por la vía de las competencias ¿cuántas clases particulares hay que poner?
Si enfocamos por la vía de las relaciones sociales ¿con cuántas personas hay que relacionarse?
Las preguntas en la educación son muy diversas. Vamos a abordar la educación emocional y su influencia.
Como siempre os aconsejo un video. Los minutos que aparecen más abajo los destacaremos en el encuentro que tengamos.
(minuto 14.30 ) (minuto 25.50 a 31.30)
Glosario
·         Afectividad: capacidad por la que nos sentimos afectados, interpelados, llamados por lo que nos rodea, y respondemos a ello.
·         Emoción: Una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática.
·         Emociones primarias. Son aquellas comunes a todos los seres humanos, con independencia de la cultura y educación, y están presentes desde el nacimiento: alegría, miedo, ira, tristeza, aversión o asco, sorpresa y desprecio.
·         Sentimiento: Una experiencia más prolongada en el tiempo, estable, y generada por diversas circunstancias. En los sentimientos media la conciencia y personalidad. Las emociones preceden a los sentimientos.
·         Estado de ánimo: Es más vago o impreciso, no tiene una motivación clara, tiene menos intensidad y más duración que las emociones. Hay rasgos de personalidad asociados a estados emocionales (hay personas tristes, alegres…).
·         Afecto: Sentimiento de carácter positivo, sinónimo de cariño.
Función de las emociones.  ¿Cómo influyen en nuestra vida?  ¿Cómo están llamadas a influir?
Las emociones cumplen una serie de funciones esenciales para nuestra vida y cada una de ellas tiene un propósito. La clave es descubrir, adecuadamente acompañados, cuál es y qué misión tiene cada una de las emociones Se trataría de saber qué nos aportan y qué sentido tienen, en general y cada una, dentro de la relación del hombre con la realidad y también cómo el hombre tiene que actuar ante cada una de ellas. Podríamos sintetizar de este modo las funciones de las emociones:
·          Informativa/valorativa. Nos dicen cómo es la realidad, amenazante, ilusionante, llena de peligros o posibilidades.
·          Predispone a la acción. Toda emoción exige algún tipo de respuesta. Nos empuja a tomar decisiones.
·          Comunicativa. Expresa a los demás cómo estamos, y lo que significan para nosotros. Cumple una función relacional.
·          Aprendizaje. Influyen claramente como potenciadores o inhibidores en la adquisición y retención de conocimientos y aprendizajes. Por otra parte, cada emoción cumple una misión.

La emoción supone la implicación y cambio en los siguientes niveles:
o      Fisiológico: Las emociones las vivimos en el cuerpo (cambios en la actividad del sistema nervioso, en la presión sanguínea, en las secreciones hormonales, en el ritmo de la respiración…). Existe una parte específica del cerebro, el sistema límbico, encargado de procesar las emociones. Se desarrolla antes del nacimiento, por lo que podemos hablar de experiencias emocionales fetales.
o      Cognitivo: Como hemos indicado, la emoción es fruto de un proceso de valoración, inicialmente más inconsciente y una vez vivida la emoción, se puede dar uno más consciente.
o      Conductual: La emoción predispone a la acción. Exige una respuesta. También la emoción se expresa en gestos, posturas, tono de voz, mirada… Las expresiones faciales de las emociones son idénticas en todas las culturas e indican algún mecanismo genético innato facilitando un lenguaje corporal universal que permite compartir la riqueza del mundo interior.
La experiencia emocional puede hacer que determinados acontecimientos vividos nos influyan tanto como para que se constituyan en hitos de la historia personal, claves en el desarrollo de nuestro talento. Existe una memoria emocional en la que queda grabada nuestra historia personal como experiencias positivas o negativas (con todos los matices que puedan implicar). Puede influir en la toma de decisiones, en la autoestima y en la seguridad en las propias capacidades (si una vez al leer en público nos trabamos y lo vivimos con vergüenza, es probable que la siguiente vez que lo hagamos nos sintamos inseguros).
Pero ¿qué ocurriría si no tuviéramos emociones? No podríamos sobrevivir, no detectaríamos el peligro, nuestra vida estaría vacía de pasión y de ilusiones, no tendríamos motivación, interés…

¿ES USTED UN ANALFABETO EMOCIONAL?
Conocer los sentimientos de los demás incrementa nuestra capacidad social. Hay niños que desde pequeños caen en la cuenta de que el otro está triste, y le ofrecen su amistad y su apoyo; o cuando su padre o el profesor está muy irritado, tiene cuidado de no irritarlo más. Tener esta capacidad significa estar alfabetizado emocionalmente, saber leer los sentimientos ajenos y expresar los propios.
Identificar sentimientos o emociones
Las personas emocionalmente sensibles saben distinguir entre sentimientos agradables, como la alegría, la paz, el sentirse querido, el entusiasmo, etc., y los desagradables, como la tristeza, el odio, la desesperación, los celos, etc.
Miedo, vergüenza y culpa
Es interesante reflexionar sobre ciertos sentimientos, muy frecuentes en nuestras vidas. Vamos a analizar algunos de ellos.
El miedo es algo desagradable que sentimos cuando percibimos un peligro más o menos inminente, y sentimos el deseo de escapar.
sentimientos 3La vergüenza nos produce ganas de escondernos o desaparecer cuando otros pueden ver un fallo nuestro o descubrir algo que queríamos mantener oculto.
Estos sentimientos son normales. En cambio, el sentimiento de inferioridad, a consecuencia de una imagen constantemente negativa de sí mismo, produce un desánimo general o estados de ánimo cercanos a la depresión. Es importante percibir esto en los hijos y tratar de remediarlo, mediante "terapias familiares" sencillas (darle ánimos, hacerle ver aspectos positivos, hacerle tener éxitos, etc.) o con ayuda de especialistas en los casos más profundos o prolongados.
El sentimiento de culpabilidad no es algo negativo, como hoy día se pretende presentar. Avergonzarse de sí mismo es señal de que se siente uno responsable, de que ha hecho algo mal. Ese sentimiento, si es sincero, llevará a la buena acción de reparar el daño hecho. Hoy día, en cambio, se presenta el mal moral como un "error", o "equivocación", como si fuera un despiste mental o una táctica equivocada. Es algo más que mental o estratégico y tratar de cubrirlo con palabras no es bueno para la persona. El mal moral existe y si no se reconoce y se purifica con la sinceridad, va dañando a la persona interiormente. Otra cosa es el sentimiento permanente e injustificado de culpabilidad, neurosis personal, que habrá que tratar clínicamente.
El deseo y el capricho
Es interesante también hablar con los hijos de la diferencia entre el deseo y el capricho. Desear tener algo o estar insatisfecho por no tenerlo, es normal. Pero los caprichos son deseos injustificados y ansiosos de lograr cosas innecesarias. Muy importante también hablarles sobre lo negativo de la envidia, que es ponerse triste e irritado por el bien de otra persona, y la consiguiente satisfacción cuando esa persona falla o pierde unos bienes materiales o unas cualidades personales.
El orgullo
Hay un orgullo sano que es el de sentirse satisfecho por los actos valiosos o la propia dignidad de la persona. Está muy cerca de la verdadera humildad, que es la verdad, como decía Santa Teresa de Jesús. Pero la soberbia negativa lleva consigo el sentimiento de superioridad, el desprecio de los demás y el ansia de ser continuamente estimado como el mejor, el más simpático, el más ingenioso, etc. Esta soberbia puede jugarnos malas pasadas.
Hablar con los hijos, sacar el tema acerca de estos sentimientos, comentar sus diferencias, lo que llevan consigo o sus causas, es un paso muy importante para ayudarles a reconocerlos y a ser capaces de afrontarlos y dominarlos.
AYUDAR A CONTROLAR LAS EMOCIONES
Otra acción educativa familiar será enseñar, o al menos ayudar, a controlar los sentimientos o emociones negativas, las que nos causan problemas sociales y de trabajo. Como en otros temas educativos, está el nivel de la que hemos llamado "terapia familiar", consejos e intervenciones sencillas, pero prudentemente otorgadas y dosificadas. Y está también el nivel de los especialistas, a los que se debe acudir cuando lo familiar fracasa, las situaciones se alargan o empeoran.
Controlar la ira
chicos_144La ira puede ser normal y sana, por ejemplo, la que se siente ante un abuso de derechos propios o ajenos. No hablamos aquí de ella, sino de la cólera "inadecuada", según lo dicho anteriormente. Pues bien; hay remedios caseros para "curarla", no faltos de sentido común y eficacia. El más clásico es el de "contar hasta diez" antes de reaccionar cuando uno está airado.
Hay gente a quien le va bien hacer ejercicio, pasear o nadar, cuando siente un ataque de cólera. Pero en cambio no parece positivo, como algunos pensaban, ponerse a golpear la mesa o las cosas que están cerca, pensando en la persona que nos la ha provocado; o hacer ejercicios violentos o verlos en la televisión, intentando así "descargar" nuestra ira.
Controlar el miedo
Dijimos que hay miedos normales, como pasar al atardecer por donde hay unos perros extraños sueltos, o tirarse a la piscina desde una cierta altura. Los que hay que tratar de reducir son los "miedos irracionales" que obstaculizan nuestra vida normal (miedo a volar, a un ascensor, a entrar sencillamente en una habitación oscura, o la obsesión angustiosa de tener una enfermedad o que le pueda pasar algo a alguien sin motivo aparente). Muchos niños padecen estos miedos en largas temporadas, entorpeciendo seriamente sus relaciones personales y su trabajo escolar.
Resultado de imagen de mafaldaTambién encontramos estrategias sencillas o familiares para desmontar esos miedos. Relajarse muscular y mentalmente, respirando con calma. Hay ejercicios musculares para ello, y ejercicios mentales, como pensar en momentos agradables pasados o posibles en el futuro.  Evidentemente, en los casos de fobias profundas o permanentes, que impiden a los hijos llevar una vida social y escolar normal, habrá que consultar a especialistas, que, por cierto, en estos temas suelen ser bastante eficaces.
El tiempo y la tolerancia a la espera
(Vamos a seguir unos pasos a modo de ejemplo para abordar el tema de la espera a través de las preguntas que aparecen)
Los niños y las personas mayores no tenemos la misma vivencia del tiempo. Por dos razones fundamentales: la referencia vital –no son lo mismo cinco minutos en relación con cuatro años de vida que con cuarenta- y la desorientación que provoca la falta de referencias horarias. Un niño pequeño nunca sabe cuánto tiempo ha pasado ni cuánto falta. El desconocimiento y la desorientación les dificultan la tolerancia.
·         ¿Nos damos cuenta de la importancia de ayudar a los niños a anticipar lo que se tienen que hacer con tiempo de antelación? ¿Les damos tiempo para terminar lo que estén haciendo?

Poder anticipar la sucesión de las cosas y la conciencia del paso del tiempo son las referencias que nos permiten a los adultos adaptarnos mejor a su paso imparable y a la aceptación de los límites horarios. Saber con tiempo que se acaba el tiempo permite prepararse material y anímicamente, y tener un comportamiento adaptado a la situación. Los niños lo tienen más difícil, no solo por la inmadurez emocional, sino también por la inmadurez intelectual; por el desconocimiento y la desorientación temporales.
·         ¿Les damos información necesaria que les permita organizarse con autonomía? ¿Les podemos dar referencias para que se puedan orientar por sí solos?

El desconocimiento crea dependencia del adulto que sabe, y la dependencia crea malestar e inseguridad. Los niños adoptan conductas de oposición no solo porque no les gusta que les manden, sino por el hecho de no ser protagonistas de su vida y por su necesidad de autoafirmación.
·         ¿Les permitimos elaborar recursos para que puedan sentir la satisfacción de no depender de otros y de hacer lo que ellos saben que deben hacer (las agujas del reloj, la campana del despertador, música indicadora…)?
Las actitudes no son innatas, se aprenden. Se aprenden del modelo, consciente o inconsciente, de los padres y educadores y del refuerzo positivo que reciban en la interacción con su entorno. Es muy difícil que una criatura aprenda a ser tolerante si vive en un entorno intolerante, que aprenda a respetar si su entorno no se respeta ni se hace respetar.
·         ¿Son nuestras actitudes las que queremos que aprendan nuestros hijos?

De todas formas, los niños también tienen que sentir y que aprender que los padres y educadores tienen autoridad sobre ellos. La educación más democrática que queremos dar no debe hacer olvidar que niñas y niños necesitan pautas y límites que les protejan y orienten sobre lo que pueden hacer y cuál tiene que ser su relación con los adultos. La falta de límites provoca inseguridad y desorientación, que, a su vez, generan malestar y, a menudo, agresividad contra la persona que no tiene la autoridad que el niño necesita. La exigencia de los niños generalmente responde a una confusión de papeles originada por la falta de autoridad.
·         ¿Sabemos poner límites o solo los ponemos cuando perdemos la paciencia?


                                
DESDE LA REALIDAD
EDUCAR LA FE EN LOS HIJOS.
El Papa Francisco desarrolla la conocida frase “el tiempo es superior al espacio”(EG, 222), que el Papa propone, en la Exhortación Apostólica ‘Evangelii gaudium’, como uno de los principios que caracterizan la acción evangelizadora.
El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza (Lumen Fidei57).
El contexto del principio es, pues, el de la esperanza y la relación entre el presente y el futuro.
En muchas ocasiones, podemos confundir la evangelización de los propios hijos, con ver en un determinado tiempo los resultados de nuestros esfuerzos como padres a la hora de transmitir la fe.
La evangelización de los hijos, al igual que la educación, se produce en un tiempo concreto, es decir, en un contexto personal, evolutivo y social determinado. Podemos ver que nuestros hijos desarrollan ciertos hábitos o creencias a nivel de fe a través de ciertas acciones como la asistencia a misa o realizar la comunión o determinados actos que explicitan la fe. Sin embargo, pasado ese momento o en otro ambiente nuestros hijos no muestran aquellas actitudes o creencias que habíamos pensado se habían consolidado.
Esta situación nos puede producir desesperanza o desanimo en la labor realizada.
El Papa Francisco, aplica en este punto el principio comentado de que el tiempo es superior al espacio. Para los cristianos este es un principio básico.
Los planes de Dios son superiores a nuestros espacios vitales. Dicho de otra manera, el cristiano actúa en la esperanza.
Resultado de imagen de mafaldaDios se ha revelado no solo en un tiempo sino también en lugares determinados. Pero la misma dinámica de la revelación empuja a todo lugar, superando la lógica de la singularidad del espacio, porque en esos lugares concretos comenzó un proceso que, a través de la respuesta libre del hombre, está destinado a alcanzar todos los pueblos hasta los confines de la tierra (cf. Mt 28,19).
Dicho modo de actuar debe ser el paradigma del obrar cristiano que, en cuanto apóstol, siempre debe salir de su tierra hacia las periferias, siempre tiene que dejar la seguridad de los espacios para seguir a su Maestro que sigue caminando en el tiempo.
La evangelización de los hijos, nos lleva a abandonar nuestros espacios de confort de fe. Transmitir la fe a los hijos es salir hacia unos nuevos espacios, pero sabiendo que el fruto de nuestra labor no depende de un tiempo o edad determinada. El tiempo, es decir, la acción de Dios a través de la historia de las personas, dará lugar a que lo sembrado en un contexto determinado surja en un tiempo posterior.
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